jueves, 13 de junio de 2013

La indignación no me sale de dentro


Es lamentable e indignante lo que nos tocó vivir el día de ayer  en nuestra escuela de Estudios Políticos de la UCV, no hay calificativo para los que abusando de su poder, el poder que les da la violencia, las armas, y lo peor, la impunidad que por parte de aquellos que están llamados a garantizar la seguridad ciudadana, muy por lo contrario avalan estos hechos vandálicos, y peor aún los promueven. La violencia de por sí es repudiable, pero más repudiable es el hecho de ser promovida por aquellos que están llamados a garantizar la paz ciudadana.  La agresión que sufrimos los que nos encontrábamos en nuestra escuela, me obliga a suspender las actividades académicas, que como muchos saben fui contrario al llamado de paro indefinido, por considerar que esa acción no resuelve los problemas planteados en nuestras universidades, que no son únicamente salariales, van mucho más allá, pero lamentablemente el riesgo que corren los estudiante frente a individuos que se hacen llamar estudiantes, que por cierto pongo en duda que lo sean, y si están inscritos en la universidad, ello no le da el derecho de llamarse estudiantes, porque aquellos que se confabulan y son capaces de golpear a alguien, que le es imposible defenderse contra el ataque de por lo menos 20 salvajes, hasta dejarlo inconsciente en el piso, solo pueden ser llamados delincuentes. La posición política no da el derecho de algunos, que en la actualidad gozan de posiciones de poder, apoyados por la impunidad, y que argumentan en favor de sus actos una supuesta defensa de una revolución que no puedo entender, y mucho menos compartir, aplicando el agavillamiento, ya que no son lo suficientemente hombres para enfrentarse en igualdad de condiciones, golpeando entre varios a estudiantes, que no son más que niños y niñas, que en su mayoría no deben pasar de 20 años, indefensos ante la barbarie a la que son sometidos.  

El aguante de quienes no creen en la violencia como método de lucha, también tienen sus límites, la indignación va acumulando resentimiento, y esto ha llevado a pueblos enteros a enfrentamientos fratricidas, guerras que sabemos cuándo empiezan, pero no cuándo terminan. No me queda más que pedir a aquellos que pueden hacer algo para que esto no siga ocurriendo que lo hagan, que aún hay tiempo, no sea que luego les toque arrepentirse de no haber actuado, y en un momento dado se encuentren llorando al lado de un ser amado que fue asesinado por el cultivo de odio que por tiempo él mismo promovió. 

Daniel Santolo

Profesor  de la Escuela de Estudios Políticos UCV  

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