martes, 23 de agosto de 2016

El presidente “obrero” destruyó el salario y acabo con las prestaciones sociales de los trabajadores venezolanos

Los trabajadores son los más perjudicados del fracaso de las políticas económicas del gobierno que encabeza el presidente Nicolás Maduro.  Esto se evidencia en la precariedad del salario que en la actualidad devengan los trabajadores venezolanos, solo este año la inflación anualizada amenaza con alcanzar la cifra récor de más de 700 %, mientras el salario mínimo solo ha sido ajustado en un aproximado de 90% en lo que va de año, haciendo inalcanzable para el trabajador adquirir por lo menos la canasta alimentaria, que de acuerdo a los estudios hechos por el CENDAS durante el mes de junio de 2016 se elevó a 277.432,88 bolívares, lo que obliga a un grupo familiar a por lo menos tener 10 salarios mínimos.
Esto se agrava debido a lo bonificación del salario, donde el trabajador percibe más del 60% de sus ingresos en el bono de alimentación, mejor conocido como cesta ticket, lo que ha venido burlando el ingreso real de los trabajadores, ya que esto repercute directamente en el bono vacacional, horas extras, horas nocturnas, aguinaldos y utilidades, y lo más grave es que ha acabado con sus prestaciones sociales, las que se calculan excluyendo el monto del ticket de alimentación, lo que las disminuye en más de un 66%, agravando el ya deteriorado monto de las mismas, esto debido a la inflación, unas prestaciones sociales que lo único para lo que alcanzan es para hacer un pobre mercado. Aquellos que otrora hacían voces denunciando un supuesto robo de las prestaciones sociales, se han encargado de destruirlas, quedando como un accesorio del salario.
La pugna irracional con los sectores productivos del país, la eliminación del diálogo empresarios-trabajadores, y la intromisión partidista del Ministerio del Trabajo ha sido la fórmula perfecta para destruir los ingresos de los trabajadores, una política que lo que ha generado es mayor pobreza y la perdida de un gran número de empleos productivos, acrecentando la carga burocrática del Estado en más de un 300% .
A toda esta desgracia hay que sumarle la situación de grave que atraviesan los pensionados y jubilados, que han sido marginados de una manera cruel por aquellos que se llenan la boca diciendo que han incluido a un gran número de venezolanos al cobro de sus pensiones, que por cierto es su obligación, pero los han marginados negándoles el bono de alimentación, lo que les deja en mayor minusvalía frente al universo de trabajadores, ya que lo que reciben es un tercio del ingreso total mensual decretado por el gobierno.

Ya el Congreso aprobó la ley de Cesta Ticket para los pensionados y jubilados, que esperan estos pseudo revolucionarios para hacer justicia con estos venezolanos que han entrado en el umbral de la miseria. El gobierno nacional debe incorporar de inmediato al cobro de esta bonificación a nuestros viejitos, ya que no hay excusas para no hacerlo, mientras se derrochan nuestros dineros en viajes y cumbres improductivas nuestros ancianos mueren de mengua. 



sábado, 13 de agosto de 2016

¿Darán los tiempos?

La política venezolana ha caído en una espiral, la espiral de los tiempos, donde el problema político y su estrategia se miden por días, no por la intensidad o por su importancia. Hemos sido testigos de los debates que se han dado ante la opinión pública, por más de dos décadas, en los cuales lo urgente dio al traste con lo importante, debate que gira alrededor de los tiempos electorales, y no de las soluciones a los graves problemas que nos aquejan; corremos detrás de elección en elección.
Pareciera que una trampa del destino ha convertido el tiempo en el enemigo a vencer, un enemigo nada fácil de manipular, y mucho menos detener. Vemos como la teoría de Einstein se vuelve sobre nosotros, ese tiempo que se dilata y nos da a cada uno una sensación diferente del paso del tiempo. Algunos vemos pasar el tiempo aceleradamente, y para otros el tiempo no pasa. Pareciera que cada uno de los actores políticos tuviese un reloj diferente, cada reloj marca su propio tiempo, unos más acelerados que otros, algunos a su vez dicen que se nos acabó el tiempo, como si esto fuere posible, como si detener el tiempo fuera una opción.
Detenernos a debatir si los tiempos en política son medibles o cuantificables es un debate con un alto ingrediente filosófico, más que político. La acción política nos lleva a la elaboración de estrategias que nos ayuden a utilizar el tiempo lo más efectivamente posible, el debate no debe ser el ¿cuándo? sino el ¿por qué?, y el ¿cómo? Debatir los tiempos con un gobierno que se ha guardado para sí el reloj del revocatorio tal vez sea un debate atractivo frente a los estridentes, aquellos que dicen que ya no hay tiempo, que es ahora o nunca, frase que por cierto tiene más de 15 años, y no ha logrado agotar el tiempo, y mucho menos detenerlo.
El objetivo, si es cambiar al gobierno, no puede tener un tiempo fijo, o delimitado por las urgencias de algunos. Salir de quienes nos gobiernan nos llevará tiempo, y ese tiempo debe ser utilizado lo mejor posible, ya que el tiempo perdido es irrecuperable, lo ideal sería procurar acelerar los tiempos con las estrategias adecuadas, por eso le digo a los amigos que pierden su tiempo debatiendo los tiempos del revocatorio, que lo político y lo eficaz es que se logre el objetivo, que no es otro que el de un cambio de gobierno, y eso nos llevará tiempo. Tiempo que se tiene que administrar muy bien, recordando el refrán popular, de que “el tiempo es oro”,  por lo que no hay que desperdiciarlo en discusiones inútiles, y utilizando bien el tiempo debemos enfocar toda la acción política en un objetivo que es compartido en la actualidad por una gran mayoría de venezolanos, el cambio de gobierno.
Si el revocatorio, las elecciones de gobernadores, las municipales y hasta las presidenciales son en este año, el próximo o más lejos aún, no se pierde el objetivo, que no es otro que impulsar un cambio de gobierno, un gobierno que más temprano que tarde dejará el poder, un gobierno que sabe que su tiempo se acaba, y lo que hace es tratar de alargar el poco tiempo que le queda, un tiempo que siempre será relativo, para algunos será mucho tiempo, para otros, será poco tiempo.
A estos que creen que el tiempo se agota, o que esperan a que los tiempos se cumplan de acuerdo a sus expectativas, les digo que pierden su tiempo, y peor aún, nos hacen perder nuestro tiempo, y recordando la canción del amigo Pablo Milanés: “el tiempo el implacable, el que pasó, siempre una huella triste nos dejó…”, no seamos artífices de esa huella triste, seamos constructores de mejores tiempos, de la Venezuela que le esperan tiempos mejores.



Una historia de nunca acabar

Venezuela esta hundida en una confrontación política que pareciera no tener fin, desde los años ochenta algunos sectores del país decidier...