Hoy nuestro país se levanta oliendo a humo, a
gases, y lo más doloroso, a sangre, sangre de venezolanos asesinados por la
intolerancia, por el egoísmo, por las ambiciones. Para algunos será toda una
celebración los hechos de violencia desmedida ocurridos el día de ayer, es su
epopeya, su épica personal, dirán que: “no importan las vidas de nuestros
hermanos” con tal de salir del “régimen”, para muchos los sacrificios de algunos es necesario para lograr el
objetivo final, que no es otro que ir por el que piensa diferente, por aquel
que dicen esta engañado, que su conciencia ha sido comprada por una migaja de
pan, no hay miramientos, no importa la edad, ni el sexo, lo importante es el
enfrentamiento, la batalla final.
Dicen ir en contra de los enemigos, pero ¿cuáles
enemigos? El enemigo viene a ser el hombre humilde y necesitado que tiene aún
esperanzas en una vida mejor, o serán
aquellos venezolanos que no aceptan la violencia como método de lucha, y
critican estas acciones por demás irracionales. Entonces me pregunto, si estos
son el enemigo, ¿qué hacer con estos venezolanos? Los exiliamos, los encerramos
en mazmorras hasta que cambien de opinión, también algunos piden que “despierten”, frase por cierto que
pretende presentar a unos que se creen iluminados frente a los que no lo están.
¿Qué se busca?, un enfrentamiento entre hermanos, ya que por ningún lado veo al
enemigo a enfrentar, ¿dónde están las tropas extranjeras que osan hollar nuestro
suelo?, ¿dónde están a los que hay que combatir? Solo veo a mi alrededor
hermanos enfrentados unos a otros, algunos con uniformes y otros sin él.
Hay otros que ven al enemigo en los ancianos
necesitados que se ponen el uniforme de la milicia, de ellos hacen burla y los
desprecian, pues les digo, esos pueden ser sus padres y sus abuelos que
lamentablemente a lo largo de los años no han tenido la suerte de superar su
pobreza.
Un pueblo que viene siendo sometido a mil
penurias, ahora se les suma una más, la violencia política. Cuantos llamados
se han hecho para no llegar allí, que es mejor dialogar que matarnos, pero se
desoyen, pareciera que es intencional, que la única forma de acabar con el
contrario es incitar al odio entre hermanos, que nos mátenos, que veamos a los
enemigos reflejados en quienes piensan diferente a nosotros. Incitan a ver
quiénes triunfan en esta batalla fratricida, que nos llevará al Armagedón,
donde triunfará el bien sobre el mal, pero ¿de cuál lado de los que se
enfrentan está el bien o el mal?
Muchos han jugado y siguen jugando a desatar los
demonios del odio de clases, sabiendo que estos demonios no son controlables
por los seres humanos, son seres celestiales, nos dice la biblia, que
equivocaron su camino, y por ello fueron expulsados del cielo. Demonios que se
alimentan de la violencia, del crimen, del odio que nace, entre otras cosas, de
esos padres y hermanos que pierden a un ser querido, y no encuentran otra
explicación que la que les ha sido proclamada, esa verdad que los impulsa a la
venganza, venganza que tampoco tiene fin.
Es doloroso ver que todo este rio de gente que
sele a las calles, con una gran fortaleza y dignidad, no sea enrumbado a
enfrentar a los verdaderos demonios que vienen destruyend o nuestra sociedad,
que no son otros que el hambre, la pobreza, la violencia, la mortalidad
infantil, la falta de productividad de una sociedad acostumbrada al facilismo
económico heredado de la renta petrolera.
Pero lamentablemente los pueblos también se
enferman, y esta enfermedad que estamos atravesando como nación, en vez de
mejorar empeora, sube la fiebre y no encontramos el remedio adecuado, y por el
camino que vamos estoy seguro que no nos llevará a mejores derroteros, ya que los
caminos de paz están siendo dejados de lado. ¿O será que algunos quieren que
nuestro pueblo arda en la fiebre del odio?, recordemos que es impensable que
algo que nace de la violencia nos traiga paz y sosiego.