La Ley del Trabajo, luego de la constitución, es la ley más importante que rige las relaciones entre los individuos en cualquier sociedad, siendo aquellas que se plantean entre trabajadores, empresarios y el Estado, esté último desempeñando dos papeles o roles, el primero como el mayor empleador, y el segundo como mediador entre las partes. El pacto social que esta ley significa va más allá de esa visión simple y maniqueista que tienen algunos de la sociedad, solo aquellos que pretenden imponer un pensamiento único y una visión única de la sociedad pueden plantearse realizar una nueva ley del trabajo detrás de un escritorio sin consulta alguna. Un gobierno que predica la participación protagónica y participativa, pero en la realidad no crea ningún mecanismo de consulta para la participación en la elaboración de esta ley, muy por el contrario, la saca del parlamento que sería el foro político constitucional para su discusión, y la esconde entre cuatro paredes rojas rojitas.
¿Qué se esconde detrás de todo este tinglado?, ¿cuál es la verdadera intención en pretender hacer una ley a espalda de los trabajadores?, esto lo menos que genera es suspicacia, no olvidemos las palabras de uno de los ideólogos del régimen, el general Müller Rojas, quien afirmó en un foro en el estado Bolívar que, “Los sindicatos no tiene razón de ser en el socialismo”, y remató con otra frase lapidaria, “los sindicatos no tienen cabida en el modelo socialista”. Como diría un amigo sindicalista de Guayana, más claro no canta un gallo, por cierto que los compañeros sindicalistas de las empresas básicas si han sabido que es vivir el socialismo: represión, judicialización de la protesta, cárcel y sicariato sindical. 


