lunes, 6 de junio de 2016

¿Nos quedará tiempo?

Evaluar o describir la crisis política, social y económica a estas alturas resulta algo más que inoficioso, todos sabemos lo mal que está la cosa. El problema a mi entender son los tiempos, algunos dicen que el gobierno lo que quiere es ganar tiempo para evitar el revocatorio este año, otros piensan que sectores de la oposición miden sus tiempos para imponer una visión política, y por qué no, un candidato. Mientras algunos sesudos cuadran sus tiempos a conveniencia pensando que pueden llegar a diciembre para ser gobernadores, que ciertamente podría suceder, llegar a diciembre pero bajo una crisis mayor, habría que preguntarse, ¿valdrá la pena? El problema es, a mi entender, que al país se le agota el tiempo para superar la crisis, o por lo menos para detener el daño a que está siendo sometido aceleradamente; pareciera que la crisis viaja en avión y la política sobre una tortuga.
Igual sucede con los tiempos de la gente, mientras los sectores más necesitados a diario enfrentan la crisis saliendo a la calle a perder el tiempo, en procura de alimentos para medio palear sus necesidades primarias, enfrentando todo tipo de penurias, sumándole a ello, la violencia que se ejerce por sectores vandálicos que pretenden controlar la distribución de los alimentos. Ahora también a su desgracia se les suma el enfrentar a los cuerpos de seguridad del estado, que pretende someter el hambre por la fuerza, aplicando junto a los sectores vandálicos la violencia del estado, un estado fallido e ilegitimo que pretende acallar los gritos de protesta con la fuerza, a estos sectores se les agota el tiempo.
En el medio de los tiempos políticos se encuentra un sector mayoritario del país que trabaja y lucha, un sector que se niega a sucumbir a la crisis, que pareciera que no es visto por quienes pretenden dirigir los tiempos políticos, que lo más original que se les ocurre es convocar marchas y sobre marchas, que por cierto cada día son más escuálidas. El gobierno escasamente logra movilizar a pequeños sectores que aun creen que el comandante eterno vive, y se hacen acompañar por algunos empleados públicos que son coaccionados para que asistan a rellenar unas pocas cuadras, las que terminan en el patio de Miraflores con no más de tres mil personas. Del lado de los sectores de oposición se siente el cansancio de muchos que tienen más de quince años marchando, dándose cuenta de que ello lamentablemente no ha dado los resultados esperados, que por cierto, estos marchistas cada día son menos.
La mayoría de los políticos ya no piensan en el país, sino que miden el tiempo para las próximas elecciones, que si no las hay se inventan, se sobreponen unas sobre otras, en algún momento habrá que tomarse el tiempo para estudiar el verdadero efecto que han tenido este sin fin de elecciones en estos últimos años sobre la estabilidad y gobernabilidad. Elecciones que en su mayoría han servido para exacerbar nuestras diferencias en vez de lograr unirnos en las coincidencias, en una confrontación permanente, bajo una polarización que no nos deja reconocernos como hermanos que somos.

 Mientras nos debatimos entre marchar y votar, el país se nos deshace frente a nuestros ojos, se nos acaba el tiempo, urge un acuerdo de unidad nacional para superar la crisis, el diálogo hoy es más urgente y necesario.

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