Rueda un video por Internet muy bien hecho sobre
los jóvenes que se hacen llamar “la resistencia”, al verlo se te erizan los
pelos y dan ganas de salir y acompañarlos en sus acciones de calle. Pero al
pasar la emoción y volviendo a la realidad, lamentablemente la experiencia
histórica nos dice que la violencia no
nos llevará a nada, por lo menos a nada bueno. También hay algunos que
promueven estas acciones y creen que con esto quebrarán a quienes detentan el
poder, lo que me parece algo más que una ingenuidad. Les recuerdo que sin ir muy lejos en la
historia de nuestros pueblos, y al ver las diferentes experiencias en nuestro continente, solo debemos voltear la mirada hacia la
hermana Colombia, un pueblo que aprendió a vivir por años sometido al terror de
grupos paramilitares, capos de la droga, guerrillas, asesinatos selectivos y
ataques terroristas en sus ciudades más importantes, y a pesar de ello, el
pueblo colombiano y sus diferentes gobiernos por más de 50 años aprendieron a
convivir y seguir existiendo en medio de la violencia y de toda esa desgracia
que les ha tocado vivir, no hubo otra forma de existir para este pueblo hermano
que el amoldarse y adaptarse a la
violencia y al terror.
Me temo que estemos caminando hacia el mismo
destino de nuestros hermanos colombianos, que a pesar de toda esa violencia que
les tocó vivir lograron por muchos años sobrellevarla y vivir en medio de ella
realizando sus actividades cotidianas, pero bajo el miedo y el temor de no
saber si serían los próximos en caer en la refriega.
Haciendo un paralelo a lo vivido por los
colombianos, pareciera que ya nos estamos acostumbrando a contar los muertos que son causa de los enfrentamientos que se dan en las manifestaciones, de jóvenes que pierden
su vida sin razón, al igual de como nos acostumbramos a las cifras de muertes
los fines de semana por causa del hampa; solo son un número más en las
estadísticas, pareciera que esa es la suerte que les espera a estos muchachos
que se hacen llamar “la resistencia”, todo un dolor compartido, ya que podrían ser
nuestros hijos.
Tal vez luego nos acostumbremos a los ataques
terroristas, a la puesta de bombas y atentados contra personalidades de alguna
relevancia; por cierto no sería nada difícil, ya que contamos con los sicarios
necesarios para realizar esas acciones, y a este tipo de violencia
delincuencial, también nos hemos acostumbrado.
Hoy veía a grupos de bachilleres en caravanas
con mucha emoción, en medio de equipos de sonidos a todo volumen festejando sus
éxitos, pareciera que hay dos Venezuela, la de Altamira y la otra, la real, la
de los millones de venezolanos que siguen con su vida, y se adaptan a las
circunstancias, que amoldan sus horarios y actividades, y cambian sus rutas
para no encontrase con las manifestaciones en las calles, y de esta forma
consiguen seguir existiendo y viviendo, es por ello que digo que corremos el
riesgo de acostumbrarnos a la violencia política, ya que a la delincuencial nos
hemos acostumbrado.
También debemos recordar que en estado de guerra
generalizado no existen derechos humanos, y son estos los momentos donde la ley
de la selva gobierna, son momentos en donde afloran los peores sentimientos
humanos, para muestra un botón, allí vemos los videos que evidencian la saña
con la cual los cuerpos de seguridad actúan y reprimen, pareciera que lo
disfrutaran, pero también del otro lado, cuando queman a seres humanos por
tener un color de piel diferente o parecerse al contrario, y se pretende tomar
la justicia con sus manos, son estos los momentos en que triunfa el salvajismo
y la barbarie, momentos en que los ejércitos opresores toman el control y se
hacen más fuertes y eficientes en la represión y la tortura.
A esto tendremos
que enfrentarnos también, y aprender a vivir con ello, ojala no nos
acostumbremos a la represión desmedida y podamos parar esto a tiempo, ya que
pareciera que el dicho popular de “nadie aprende en cabeza ajena” se impone en
nuestra sociedad, ya que con tantos ejemplos seguimos cometiendo los mismos
errores.