La indignación, la rabia, la incertidumbre de no saber si esta tragedia tendrá final nos empuja a la irracionalidad, nos aleja del sentido común, de la objetividad, es comprensible, somos seres humanos que la mayoría del tiempo nos movemos por sentimientos, la rabia, que es uno de ellos, pero casi siempre termina siendo un combustible peligroso.
Al no
encontrar respuestas de quienes están llamados a darlas, nos embarga la ira y
nos preguntamos ¿Cómo llegamos a esto?, y acto seguido buscamos a los
culpables, alguien debe responder por esta situación, que nos deja abandonados
a la suerte de Dios.
El sociólogo español Manuel Castells, se ha dedicado a estudiar el porqué de los
movimientos sociales que se vuelcan a las protestas que en su mayoría terminan en violencia, nos dice
que en parte estos movimientos se mueven por la rabia, el desencanto, y por ende consideran que la
clase política solo se ocupa de sus propios intereses, que se ha encerrado en
sí misma, que solo se hablan entre ellos, que no se ocupan por los intereses de
los ciudadanos, pero lo lamentable es
que estos estallidos sociales no resuelven los problemas, muy por el contrario
los agravan, ya que no cuentan con un liderazgo responsable que los canalice
para lograr sus objetivos.
Negar la gran responsabilidad de aquellos que
con ideales y consignas pretender llenar los estómagos de un 80% de la
población que se encuentra en la pobreza, simplemente es un sin razón, igual
que numerar las terribles penurias que pasan a diario millones de venezolanos
para medio vivir, es también perder el tiempo.
La rabia nos ciega, la rabia nos mueve, la rabia
desahoga, pero al pasar la rabia, que en algún momento sucede, nos damos cuenta
de que nada conseguimos, que nuestra rabia solo sirvió para traernos mayores
desgracias, y frente a la rabia ¿qué? nos preguntamos, la respuesta más honesta sería canalizarla para lograr
alianzas que nos permitan construir mayorías orgánicas que se puedan expresar
de forma concreta, con objetivos claros, y sobre todo con un rumbo cierto que
nos marque un camino y un destino.
Muchos desde la comodidad incitan
y celebran nuestra tragedia, gritan a distancia “el pueblo despertó”,
llaman a descargar la rabia, se frotan las manos y dicen “falta poco, ahora sí”
montan en sus redes videos y fotos de un pueblo siendo atropellado nuevamente
por los que dominan con el poder de las armas, y llaman al “mundo” para que
vean que tienen razón, que es necesario una fuerza multinacional que acabe con
el “régimen genocida”, disfrutan desde Madrid, Bogotá, Miami o Nueva York
viendo por las redes el posible desenlace final, tienen a su jauría trabajando
para promover la violencia, y si esta no es tal, no importa la inventan, que
les importa utilizar fotos trucadas o videos que no se corresponden a las
legítimas protestas, o pedir más sanciones, el objetivo es el mismo, aumentar
el sufrimiento de la población (William Brownfield dixit) y por ende la rabia
para que un pueblo noble sea el que cargue con las consecuencias, que no son
más que mayores sufrimientos, “hay que seguir hasta que el dictador caiga”, es
lo que dicen en los lujosos restaurantes donde se reúnen.
El gobierno por su lado sigue como la canción, ciego sordo y mudo, bueno no tan mudo, sigue el mismo guion, es cansón escuchar la misma retahíla de excusas, no reconocen su incapacidad en su ceguera ideológica, no son capaces de dar un vuelco y romper con el dogmatismo que los mantiene atados al siglo pasado, el mundo cambió y parece no darse cuenta.
La
geopolítica mundial se viene moviendo, los países en medio de su propia
tragedia vienen desviando sus miradas más a lo interno, a sus propios
intereses, países que hace poco se reunían y espetaban resoluciones en contra
del gobierno, ahora se hacen los desentendidos, hemos sido el comodín de toda
campaña electoral, el ejemplo de lo que no debe ser, hasta los EEEUU nos usa como
el ogro del continente, y ni hablar de la comunidad europea, solo somos un tema
de debate parlamentario, nada más, y mientras tanto entre sanciones y políticas
atrasadas nuestro pueblo es el que da la cara y sufre las consecuencias, pero a
la vez asume con fortaleza el seguir hacia adelante, no importa el cómo pero
sale adelante, mientras otros pretenden destruir lo poco que queda hay millones
que construyen, que se echan la rabia al hombro y siguen, saben que lo único
que los puede liberar es el esfuerzo compartido, y el trabajo, esos son la
mayoría, esa mayoría silente que espera una oportunidad para castigar a los
responsables, saben que su momento llegará.
Silvio Rodríguez, en Días y Flores, le da
justificación a la rabia, esa rabia colectiva que nace del atropello y de los vejámenes,
pero como también nos dice la canción, “La rabia ¡coño!, paciencia, paciencia”.
Aquí se las dejo:
https://www.youtube.com/watch?v=gDPCOjRVP_o
Ex embajador de EE.UU. propone controversial
salida a crisis de Venezuela, el bloqueo como salida
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