sábado, 22 de marzo de 2014

¿Nos calamos a Maduro?|

En estos días discutía con un amigo sobre la situación que en la actualidad atraviesa nuestro país, y todo lo que nos ha traído como consecuencia estos últimos 15 años de confrontación y exacerbación del resentimiento social. En esa conversación, luego de un largo rato debatiendo sobre varios puntos, surge uno que es el que nos enfrenta y el cual considero de mayor relevancia, como es el uso de la violencia como método de lucha, el cual rechazo y le esgrimo un buen número de argumentos, luego de un buen rato y sintiendo del amigo que no hay acuerdo posible sobre el tema en discusión, este  me increpa, y no de muy buena manera, con una frase que he escuchado ya varias veces: “y entonces, qué hacemos, ¿nos calamos a Maduro?”. Esta interrogante, sin temor a equivocarme, es la que se hacen miles de venezolanos que se sienten atropellados, vejados, acorralados, que son insultados a diario por la acción de un gobierno muy poco o nada civilizado, que ha optado por la confrontación política con el único objetivo de reducir al adversario, al que ve como enemigo, a su mínima expresión. Este gobierno pareciera que se considera una clase política iluminada por el espíritu divino de la verdad, y esta llamada, como en las cruzadas, por medio de la espada y la fuerza a someter a aquellos que son considerados impuros por no compartir su proyecto político, a pesar de que se ha demostrado una y otra vez su inviabilidad.
Ahora, para los sectores democráticos, el problema es el cómo respondemos a la pregunta, ¿nos calamos a Maduro? Respuesta que no puede ser construida en los mismos términos que nos plantean los que nos desgobiernan, entonces ¿nos matamos?, ¿somos capaces de enfrentarnos en una guerra fratricida?, soy de los que piensa que no, tal vez algunos anden en ese juego macabro, pero nuestro noble pueblo ha demostrado una y otra vez que no está casado con esta salida, y miren que ha habido momentos y razones en donde el conflicto social ha escalado a tal magnitud que era de esperarse lo peor. 
El problema no lo podemos llevar a una reducción gramatical tan simple, va más allá de la pregunta en cuestión, el problema es mucho más complejo y no se puede circunscribir a un hombre, es un modelo de país que ha fracasado, y a este modelo es al que debemos cambiar, el cómo, es y será construyendo una alternativa real de poder, que logre construir un discurso que compita en lo ideológico con el discurso que nos han vendido estos últimos años.
La política es la batalla de las ideas, debemos posicionar una idea en las grandes mayorías que los convenza de que si es posible construir un mejor país, con inclusión verdadera, con bienestar, que sea capaz de vencer las desigualdades sociales con equidad, que plantee un plan creíble y concreto de desarrollo con contenido social, que sea capaz de sacar de la pobreza a los más de siete millones de venezolanos que siguen soportando todo tipo de penurias, es crear un discurso lleno de contenido que sea compartido y comprendido por éstas mayorías, que logre generar confianza y emocione a la vez, sí que emocione a los que fueron embaucados por el discurso de redención que muy bien supo posicionar el último presidente del siglo XX, del cual aún quedan sus resabios.  

Que esto representa una tarea titánica y de largo aliento, así es, pero no hay salida inmediatista que nos asegure que sustituyendo a los que ahora se encuentran en el poder por “otra vía”, salgamos de la crisis que nos agobia, y muy por el contrario se agravarían todos los problemas sociales, la violencia seguiría siendo nuestro pan de cada día, y es debido a esto que debemos construir una mayoría sólida que garantice estabilidad y la gobernabilidad necesaria para poder avanzar en la reconstrucción del país, de un país que nos necesita a todos. Es imposible que haya gobernanza si excluimos a los más de siete millones de hermanos que aún respaldan una idea que fue muy bien posicionada por el jinete de sabaneta; construyamos una nueva idea que dé el empuje necesario para convencerlos y sumarlos a la reconstrucción del país, de lo contrario estamos condenados a seguir soportando a algunos que se creen dueños de la verdad, de lado y lado.                






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