Pareciera que algunos están empeñados en seguir siendo oposición por un
largo tiempo, esto debido al mensaje que le siguen enviando a la población, es
un mensaje que no genera confianza, un mensaje de exclusión y de violencia,
reafirmando en el ideario colectivo lo que muchas veces refirió el presidente
Chávez, cuando decía que él era “el único que garantizaba la paz social en
Venezuela”. El sector oficialista ha sido muy hábil en crear etiquetas, y una
de ellas es que del lado de la oposición se encuentra la desestabilización y la
violencia, que si llegasen a obtener la presidencia vendrían por las cabezas de
los revolucionarios y volveríamos al pasado, donde los sectores populares
fueron excluidos por las elites gobernantes.
Este mensaje de exclusión se manifiesta al descalificar y destruir a
todo aquel venezolano que intenta demarcarse de la política gubernamental.
Construir una mayoría pasa por el entendimiento y la inclusión de nuevos
aliados, hay que desprenderse del discurso descalificador y ofensivo hacia
aquellos que están o estuvieron convencidos del proyecto político que impulsó
el presidente Chávez.
Muchos son los que citan la Concertación Chilena como ejemplo para
construir una coalición opositora que logre desalojar del poder a quienes en la
actualidad lo detentan, pero se les olvida un pequeño detalle, y fue que en los
momentos más conflictivos y de mayor convulsión social en Chile, país hermano
que vivió una de las dictaduras más sangrientas
de nuestro continente, la Concertación Chilena tuvo necesariamente que darse un
alto para reflexionar, ya que todos los estudios de opinión decían que la gran
mayoría de la población, incluyendo a los que no estaban de acuerdo con el
dictador, desaprobaba los hechos de violencia que se vivían a diario en la
calles, lo que generaba angustia y temor. Esto lo aprovecho muy bien el dictador y logró
venderle a la población que los que se agrupaban en la Concertación
representaban el caos, que el único futuro que le podían ofrecer a la Chile de
entonces era la desestabilización. Esto obligó de forma acertada a los sectores
de oposición, luego de muchas discusiones entre los que abogaban por no
abandonar la calle y los que planteaban un cambio en la estrategia, a ponerle
fin a toda manifestación que pudiese generar violencia, desmarcándose de manera
muy firme de aquellos que la planteaban como práctica política.
Todo esto desembocó en una campaña que llamaba a la paz, dando sus
frutos en el plebiscito de 1988, cuando es derrotado el dictador. El lema
central de la campaña fue la paz, que fue expresada en una frase: “la alegría
ya viene”. Entendieron que para unificar a todos los sectores sociales, los que
se oponían al régimen y a los que no, en un proyecto de país fue garantizar la
paz y la felicidad para todo el pueblo chileno. Este es el ejemplo que llamo a
seguir, construir un discurso que le de confianza a toda la población para
impulsar el cambio, un cambio que no signifique un futuro incierto, ya que esto
no animaría a nadie a sumársele, se debe crear confianza, y esta no se consigue
generando violencia.
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