Veo con asombro como somos capaces de cometer el
mismo error político que se cometió en el 2014, retomar la vía violenta y de
confrontación infecunda para desalojar del poder a quienes lo sustentan. Con
todas las críticas que tengamos hacia la casta que se aferra al poder, y reconociendo
todo el mal que se les pueda endosar en la destrucción del entramado social,
sumando el empobrecimiento de nuestra población, ello no puede ser lo que
justifique acompañar a quienes, como en el 2014, creen que por la vía violenta
lograrán hacer ceder a quienes dirigen los destinos del país de forma
circunstancial, a entregar el poder, y mucho menos rendirse en sus convicciones. Más de dieciocho años deberían bastarnos para comprender su proceder, pero
razón tiene el proverbio que nos dice “que el hombre es el único animal que
tropieza dos veces con la misma piedra”, pero la realidad nos dice que pueden
ser más.
Esta estrategia que pretende mantener a la
población venezolana encrespada y en un estado de angustia que los haga caer en
la desesperación, va acompañada de todo un accionar que impide que el país se
normalice en lo económico y en lo social, con el argumento de que no hay que
dejar gobernar a la “dictadura”.
Cuántos venezolanos más deben caer asesinados
para entender, que al igual que el 2014, estas acciones políticamente
irracionales, y alejadas de toda lucha democrática no nos conducen a la
solución de los problemas políticos, y mucho menos a los de carácter social.
Estos sectores minoritarios que logran imponerse
mediáticamente, juegan a la desestabilización y no pueden permitir que actores
racionales de la política se manifiesten contra los hechos de violencia,
satanizan el diálogo, y pretenden quemar en las hogueras de la intolerancia a
todo aquel que hable de paz y entendimiento; cuando esto es lo racional, el
llamado a practicar la política del diálogo y el acuerdo como método de
resolución del conflicto es lo más conveniente, buscando
con ello una salida pacífica que evite la posibilidad de que caigamos en una
espiral de violencia incontrolable que nos puede llevar irremediablemente a una
guerra civil, y esto lo podemos avizorar con las imágenes de enfrentamiento que
son divulgadas por los diferentes medios de comunicación, no solo de ciudadanos
contra los cuerpos de seguridad del estado, sino también entre grupos de
venezolanos sin uniformes, que creen en una épica guerrerista que se les ha
vendido por parte de un sector extremista bajo la visión de una batalla del bien
contra el mal, lo que lleva a justificar el asesinato como forma de lucha, nada
más alejado de la política.
Sectores minoritarios que promueven la
violencia, saben que la posibilidad de un
entendimiento con sectores gubernamentales para buscar una solución electoral y
pacífica, es lograr disminuir la conflictividad social, pero esto llevaría a resultados que para los
sectores irracionales no les son convenientes, como por ejemplo, el surgimiento
de nuevos liderazgos en el país que pudiesen avanzar en un mediano plazo en la
construcción de una nueva mayoría que compitiera democrática y electoralmente con
lo que representa hoy el régimen, y los desplace en sus aspiraciones de tomar
el poder por la vía inconstitucional.
Estrategia que viene generando nuevamente, un
descontento y animadversión en ciertos sectores
sociales que debemos proteger si queremos construir una nueva mayoría, los
cuales son afectados directamente al no poder desplazarse a sus trabajos, a sus
colegios, al desempeño normal de sus actividades diarias que buscan palear la
grave crisis que los agobia, pero a ello se contrapone la visión irracional y
excluyente de estos sectores violentos que desatienden a las clases populares,
y las hacen culpables de sus propias desgracias.
Llamo a toda la sociedad a cesar la violencia,
todos somos responsables de la muerte de algún venezolano si creemos y avalamos
la vía violenta para derrocar a quienes dirigen circunstancialmente los
destinos del país, pero los que pensamos diferentes estamos llamados a decirles
que no es así, que si es posible construir un país en paz y en democracia, con
sus diferencias, pero creando las condiciones necesarias para la convivencia y
el entendimiento, ya que es absurdo que un
sector pretenda imponerse sobre el otro, que es necesario que todos rememos hacia el
mismo puerto, que hundir el barco no es una opción; y si se llegase a imponer
un sector sobre otro por la vía violenta, el resultado de esta imposición sería
más caos e ingobernabilidad. Nada que nazca de formas violentas nos puede
garantizar la paz.