En Venezuela el ejercicio de la política ha
tenido un franco retroceso, la política entendida como “el arte de tejer
alianzas y consensos para generar proyectos comunes que lleven un mayor
bienestar y desarrollo a los conciudadanos”, esta forma de ver la política pareciera
que quedó atrás. Lo que denominamos País, Estado o Nación, nace bajo pactos y
acuerdos. Los habitantes de un territorio que compartían una historia en común,
con lazos culturales y religiosos, y que
tenían conciencia de pertenecer a un mismo pueblo, llegaron a acuerdos
iniciales que los llevaron a conformar lo que hoy conocemos como sociedades
estructuradas bajo normas claras de convivencia, transformando a sus pobladores
de simples habitantes a ciudadanos. La ciudadanía implica mucho más que ser habitante,
este título que se nos otorga lleva consigo la responsabilidad y la
participación en la búsqueda del bien común. Negarse a la posibilidad de
entenderse y acordarse solo nos lleva por el camino de la disolución y el
enfrentamiento. Dejamos en este andar histórico las espadas y las balas para
cambiarlas por votos, y de esa forma dirimir nuestras diferencias, que en
cualquier sociedad son válidas, pero estas diferencias no nos pueden arrastrarnos
hacia la barbarie. Hay algunos que se empeñan en regresarnos a la era
pre-política, en donde las diferencias se resolvían a golpe y porrazo, o yendo
un poco más atrás en la historia, con el garrote de nuestros primeros
antepasados, el mismo que se utilizó en la época de las cavernas.
Que mejor
representación de esta forma de hacer política que la imagen del presidente de
la Asamblea Nacional empuñando un mazo al mejor estilo cavernícola, y enfilando
con un verbo arrollador y bélico contra todo aquel que él considere su enemigo.

Una de las instituciones que fue creada para
desarrollar los estados modernos fue el parlamento, lugar por excelencia para
debatir y llegar a acuerdos, es decir construir consensos. Espacio por excelencia
para el diálogo, escenario que nos viene del ágora griega, en donde se debatía
hasta llegar a obtener consensos sobre los temas de carácter público, escenario
que en la actualidad en nuestro país ha degenerado para convertirse en una réplica
del foro romano, pero en su peor
escenario, desarrollándose toda una lucha desigual, en donde algunos son arrojados
a los leones.
Es lamentable pero para algunos pareciera que
llegar a consensos no es democrático, y estos cuando se toman son satanizados
por los que quieren mantener la polarización y los altos niveles de
conflictividad, en su gran mayoría los que están en la búsqueda de pescar en
río re vuelto. Nada más alejado de la
realidad, los acuerdos y los consensos son actos consustanciados con el quehacer
democrático.


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