miércoles, 4 de marzo de 2015

La política prehistórica

En Venezuela el ejercicio de la política ha tenido un franco retroceso, la política entendida como “el arte de tejer alianzas y consensos para generar proyectos comunes que lleven un mayor bienestar y desarrollo a los conciudadanos”, esta forma de ver la política pareciera que quedó atrás. Lo que denominamos País, Estado o Nación, nace bajo pactos y acuerdos. Los habitantes de un territorio que compartían una historia en común, con lazos culturales y religiosos,  y que tenían conciencia de pertenecer a un mismo pueblo, llegaron a acuerdos iniciales que los llevaron a conformar lo que hoy conocemos como sociedades estructuradas bajo normas claras de convivencia, transformando a sus pobladores de simples habitantes a ciudadanos. La ciudadanía implica mucho más que ser habitante, este título que se nos otorga lleva consigo la responsabilidad y la participación en la búsqueda del bien común. Negarse a la posibilidad de entenderse y acordarse solo nos lleva por el camino de la disolución y el enfrentamiento. Dejamos en este andar histórico las espadas y las balas para cambiarlas por votos, y de esa forma dirimir nuestras diferencias, que en cualquier sociedad son válidas, pero estas diferencias no nos pueden arrastrarnos hacia la barbarie. Hay algunos que se empeñan en regresarnos a la era pre-política, en donde las diferencias se resolvían a golpe y porrazo, o yendo un poco más atrás en la historia, con el garrote de nuestros primeros antepasados, el mismo que se utilizó en la época de las cavernas. 
Que mejor representación de esta forma de hacer política que la imagen del presidente de la Asamblea Nacional empuñando un mazo al mejor estilo cavernícola, y enfilando con un verbo arrollador y bélico contra todo aquel que él considere su enemigo.
Una de las instituciones que fue creada para desarrollar los estados modernos fue el parlamento, lugar por excelencia para debatir y llegar a acuerdos, es decir construir consensos. Espacio por excelencia para el diálogo, escenario que nos viene del ágora griega, en donde se debatía hasta llegar a obtener consensos sobre los temas de carácter público, escenario que en la actualidad en nuestro país ha degenerado para convertirse en una réplica  del foro romano, pero en su peor escenario, desarrollándose toda una lucha desigual, en donde algunos son arrojados a los leones.
Es lamentable pero para algunos pareciera que llegar a consensos no es democrático, y estos cuando se toman son satanizados por los que quieren mantener la polarización y los altos niveles de conflictividad, en su gran mayoría los que están en la búsqueda de pescar en río revuelto.  Nada más alejado de la realidad, los acuerdos y los consensos son actos consustanciados con el quehacer democrático.
Sabiamente se afirma que para una pelea se necesitan dos, y hemos sido testigos a lo largo de estos últimos años, de una política de confrontación que pone a la sociedad en un rin de combate. La polarización ha sido muy lucrativa para algunos que han hecho del enfrentamiento político su modo de vida. Al presidente fallecido le dio réditos inconmensurables, arropó, gracias a la polarización, en casi todas las elecciones, llegándose a apoderar de todas las instituciones del Estado, por  ello nadie debe extrañarse que su heredero aplique la misma estrategia, lo que si ha de extrañarnos es que los sectores que han salido derrotados en estas contiendas, gracias a esta confrontación maniquea, sigan el juego, y no asuman de una vez bajarse del rin, ojo no es dejar de luchar y oponerse a quienes nos desgobiernan, es cambiar la forma de hacer oposición, la confrontación está agotada, seguir planteando atajos y exacerbando la conflictividad le hace el juego a los legatarios del fallecido presidente.

Se ha demostrado con creces que este estilo de hacer política, nos está arrastrando, a todos por igual, hacia la barbarie, a la disolución de la nación, que en cualquier momento podría sorprendernos con hechos de violencia mayores a los que ya vivimos, y si algunos creen que podrán gobernar y renacer como el ave fénix de las cenizas, están equivocados, en esta ruleta de la violencia nadie sabe quién puede ganar.      

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