Se fueron Jesús Urbieta, Ciro Tovar, Pablo Castro y ahora el
negro Manuel Cova, luchadores de toda la vida, y esto hay que reconocerlo, a
pesar de todas las diferencias que pudimos
tener con referencia en el manejo de la otrora gran central de los
trabajadores, siempre se lograron espacios para sentarnos a conversar, con unos
más que con otros, pero siempre hubo diálogo, y en algunos momentos, por qué
negarlo, la confrontación. En los últimos años la CTV fue blanco de ataques de
quienes por accidente del destino se encuentran en el poder, una camarilla de
individuos que han sido expertos en destruir y dividir. La CTV no escapó de
esta etapa de destrucción, una central que vivió años de esplendor, que en sus
mejores tiempos logró representar a la masa de trabajadores de todo el país,
hoy se encuentra en su peor momento, una central obrera sin obreros y sin una
dirigencia sindical que asuma su rescate, si es que éste es posible.
En la actualidad los trabajadores cargan con lo más pesado de
la crisis: inflación, escasez, especulación, atropellos, devengando un salario
que no alcanza más que para subsistir, y a toda esta tragedia también hay que
sumarle la indefensión en que se encuentran frente a un gobierno indolente y
manipulador, que se hace llamar obrerista, pero en la realidad es el patrono
que más incumple con las leyes, sometiendo a sus trabajadores a chantajes y humillaciones
de todo tipo, con el agravante de contar con centrales sindicales oficialistas
complacientes y cómplices de los atropellos que sufren la mayoría de los
trabajadores.
En la actualidad se escuchan voces de aquellos que abogan por
mayor producción, la creación de un empresariado comprometido con el país, que
se le deben dar prerrogativas para que puedan ser eficientes en la producción
de bienes.
En eso estamos de acuerdo, pero ello debe ir acompañado del respeto
a los derechos laborales y sindicales. Se habla de sincerar los precios, entre
otros el de la gasolina, de los productos básicos y de los servicios públicos,
que no podemos negar están desfasados, pero lo que más preocupa es que no haya nadie
abogando por la sinceración en el monto del salario, porque si vamos a hablar
de rezagos, es el salario el más rezagado de todo ello, un salario que ha
regresado a épocas pasadas, donde el trabajador cobraba en especies o con vales
para canjearlos por alimentos, es inexplicable como hay un silencio cómplice en
aceptar que el salario mínimo esté por debajo del bono de alimentación, destruyendo de
hecho el concepto de salario integral, y muy alejado de lo que la OIT ha dado
en llamar salario decente.

En la actualidad es urgente que el movimiento sindical
independiente que ha logrado sobrevivir a este tsunami del “socialismo del
siglo XXI”, se encuentre y debata la posibilidad de darse un tipo de
organización que logre representarlos a nivel nacional, que tenga la estatura
moral para hablar en nombre de todos los trabajadores, que con firmeza exija el
cumplimiento y respeto de los derechos de los trabajadores de gozar de condiciones
de trabajo dignas y de un salario suficiente y decente.