No hay que
hacer un recuento de lo que esto ha significado en el aumento de la
criminalidad en todo el país, los hechos hablan por sí solos, es casi imposible
que delincuentes que han hecho del crimen un modo de vida, y que crecieron
entre la violencia entreguen voluntariamente sus armas, pensar que esto es así
es más que una ingenuidad, y falta de asesoramiento psicológico en el
desarrollo del individuo por las personas responsables que vendieron ese plan
como parte de una salida a este complejo problema.
Tampoco se
puede comprender que la universidad venezolana, que tiene entre su plantel
profesoral a un gran número de expertos en materia de criminalidad no haya sido
capaz de coordinar un plan de seguridad conjuntamente con el estado para dar
respuesta a la gran cantidad de delitos que se cometen a diario dentro de la
casa que vence las sombras.
Pareciera que no hay voluntad por parte de las
autoridades para encarar el tema. A diario somos testigos del micro tráfico de
drogas que se da en nuestra casa de estudios, los arrebatones que a todas horas
vemos, y después de las seis de la tarde en nuestra universidad hay un toque de
queda, los profesores damos clases con los salones bajo llave, y luego para
salir de la universidad se da todo un proceso angustiante, no es de extrañar
oír pedidos de auxilios de estudiantes que están siendo agredidos, robos de
vehículos y de motocicletas, y todo esto bajo la mirada de los encargados de la
seguridad en la universidad, que al increparlos a cumplir con su deber te dicen
claramente que ellos no pueden hacer
nada, no tienen ni la preparación ni los implementos necesarios para enfrentar
al hamponato que ha hecho suya la universidad, yo mismo fui testigo de cómo
unos vigilantes perseguían, corriendo, un
auto que estaba siendo robado, y lo único que podían hacer era lanzarle
piedras.
La UCV se ha
convertido en “Zona de Paz”, y esto bajo el argumento de mantener la autonomía
universitaria, a mi entender una argumentación que sería novedosa en los años
70, cuando los amigos que en su mayoría hoy están en el gobierno y estudiaron
en nuestra universidad, no podían ver a alguien sospechoso de pertenecer a
algún cuerpo de seguridad de estado, el mismo era detenido e interrogado, y lo
menos que se ganaba era una golpiza, y un “no te queremos ver más por aquí”.
En la
actualidad el argumento de la autonomía universitaria en el tema de seguridad
interna suena anacrónico, en el medio de un país que exige de los expertos
opciones para vencer nuestros males, la UCV debería estar dando ejemplo de cómo
hacer para controlar la criminalidad, creando planes conjuntos con los cuerpos
de seguridad del estado para lograr este objetivo.
La
posibilidad de crear convenios educativos con los diferentes cuerpos de seguridad
del estado en el tema de la investigación criminalista en el área de postgrados,
enlazar con la Universidad Nacional
Experimental de la Seguridad (UNES) para debatir la posibilidad de un
intercambio de conocimientos y llevar a sus alumnos a nuestras aulas, abrir
cátedras sobre Derechos Humanos dirigidos a los oficiales en formación, para
que sean ellos los que coordinadamente con nuestra seguridad interna realicen
labores de inteligencia y logremos reducir los índices de criminalidad dentro
de nuestra universidad, y a su vez estos oficiales en formación se relacionen
con nuestros estudiantes construyendo hermandad y solidaridad, son algunas
ideas, ya queda de parte de los expertos evaluarlas. Mi llamado es que seamos parte de las
soluciones no de los problemas, la universidad esta llamada en estos tiempos de
incertidumbre, a ser constructora de paz y de esperanza.
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